Trending trunk sip ovh App 1win

Trece años sin el gran psicoanalista Emilio Rodrigué

Emilio Rodrigo Portage, a quien Bahá aceptó sin olvidar su país

Emilio Rodrigué, porteño, que adoptó Bahía sin olvidar su país.

Médico, psicoanalista. Un gran psicoanalista, en palabras de colegas de su generación y de quienes, sin conocerlo, lo conocieron leyendo sus libros y transmitiendo a colegas y amigos. Emilio falleció en Bahía, Brasil, el 21 de febrero de 2008. Estamos en la época del aniversario y me está estimulando la memoria.

Fue la diáspora de 1976 la que provocó el exilio de tantos psicoanalistas y su recuerdo quedará calado entre los perros argentinos, pero a su vez, se generarán nuevos recuerdos en otros territorios.

Tal vez Emilio se acuerde su asombrosa biografia de freudcomo un arquero con una sola flecha, una sola flecha que debe dar en el blanco y que dará en el blanco.

En junio de 1976, al comienzo de mi exilio en España, compartimos unos días en un momento triste marcada por la muerte del hijo de su pareja en un accidente.

Lo he visto varias veces a lo largo de los años ya que ha viajado a Madrid de vez en cuando. Incluso coordinamos un taller juntos en el que combinamos dos conocimientos: psicoanalista y corporalista. Emilio escribió un comentario sobre ese encuentro, que comenzaba con la frase “Imagina dos amebas”… Estábamos.

Luego llegó el momento de regresar al país, pero Emilio se quedó en Bahía y siempre gritaba goles argentinos y volvía solo para presentar sus libros y realizar un tratamiento que él llamó “champú” durante varias horas al día.

Cuando presentó su libro sobre Freud –dos volúmenes imperdibles escritos a la manera de un novelista, un creador contemporáneo del psicoanálisis- me invitó a mí ya Hernán Kesselman a Bahía para compartir esta presentación. Allí conocí a Roudinesco, un historiador del psicoanálisis que menciona a Emilia en sus libros y que introdujo su biografía.

Para mi vida fue un acontecimiento conocer a Rodríguez, ser su amigo, compartir reuniones familiares, disfrutar de sus libros, que siempre me han enseñado. psicoanálisis encarnadoficcionalizada, entretejida en la vida misma del escritor Emilio.

He aquí algunos títulos: “Paciente 50.000 horas”, “Las lecciones de Ondina”, “El supervagabundo de Ondina”, “El antiyoyo”, escrito con Martha Berlín, “La respuesta de Heráclito”, “El libro de los divorcios”.

Agrego algunos datos: Desde 1947 se entrena en Londres, donde profundizó su orientación kleiniana. Durante su estancia allí, fue paciente de Paula Heimann y fue psicoanalista en una de las nietas de Melanie Klein. En 1986 recibió el Premio Konex – Diploma al mérito por la carrera de psicoanalista en Argentina.

A fines de la década de 1960, Rodríguez pasó cuatro años en el Centro Austen Riggs en Massachusetts estudiando la Comunidad Terapéutica, dirigido por Erik Erikson y David Rappaport, y publicó la experiencia en Biografía de una Comunidad Terapéutica.

Junto a Pichon Rivière introdujo los primeros grupos psicoanalíticos en nuestro país. Se separó de la Asociación Psicoanalítica Argentina -era presidente de la institución- y se unió a un grupo de psicoanalistas de Plataforma, un movimiento internacional que buscaba “ventilar” instituciones que se habían vuelto muy conservadoras.

Recientemente fue uno de los “psicoargonautas” -junto a Eduard Pavlovsky, Armand Baule y Hernan Kesselman- que se despidió de su amigo: “Queridos chinos: nosotros, sus psicoargonautas, te evocamos como Jason. Con la nostalgia, la dulce tristeza que sonríe. Sudando en la playa recostado sobre una computadora con whisky en las rocas, temblando en tus labios que te da calor y ardor sibarita, al caer la tarde. A diario. En cada territorio. En cada puerto. En cada viaje nómada…”

En esa mezcla entre bahiano y porteño, Emilio nunca abandonó su pasión como hincha del fútbol argentino y volvía al país con cada presentación de sus libros. Además, algunos lo recuerdan por la película: “Heroína”, basada en su libro del mismo nombre, en la que “trabaja” como psicoanalista y comparte pantalla con Eduard “Tato” Pavolvsky y Graciela Borges.

Emilio Rodrigué, porteño, que adoptó Bahía sin olvidar su país.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.