Ana Gallardo: “¡En la vejez, por supuesto, hay una vida plena con ganas y disfrute!”

Foto por Camila Godoy

Foto: Camila Godoy

De personalidad intensa y cálida, Ana Gallardo experimenta afectos y deseos en su vida artística, en la que pone su cuerpo, su voz y su palabra -propia y ajena- como los “viejos” de su proyecto de largo plazo. “Escuela de la Adolescencia”que tiene estos días su gran exhibición en el Parque de la Memoria y se amplía con textos compartidos con Simone de Beauvoir, que este viernes y sábado presenta en el Teatro Colón como parte de una bienal de performance con “hay vejez”porque para ella, “el arte es un instrumento de transformación, de política y de amor”.

“¿Cómo envejecer en un sistema que niega lo viejo?” Es una pregunta que Gallardo se hace desde hace años y que da continuidad a su trabajo sobre la violencia, especialmente la de género. ¿O qué pasará con esos cuerpos envejecidos jubilados que finalmente tienen tiempo para hacer “lo que soñaron”? Son cuerpos transformados, invisibles, obsoletos y hasta molestos para una sociedad que está introduciendo la productividad moderna.

Desde su impronta autodidacta, la artista lleva más de diez años desarrollando su proyecto “Escuela de Envejecimiento” sin límite de caducidad. La muestra, que se exhibe en el Parque de la Memoria hasta el 3 de julio, combina un resumen de experiencias -videos, grabaciones, activaciones-, huellas de sus conversaciones íntimas, búsquedas conjuntas de deseos incumplidos, negados por mandatos sociales u otras imposibilidades.


María Cristina Urzaiz Mediz, convertida en narradora a los 70 años, salva así la narración oral. Un concierto de un coro de mujeres cubanas -desde la residencia del Monasterio de Belén para adultos mayores- reunidas con el anhelo de ser cantantes, se presenta en la Bienal de La Habana 2019 como un video que puede redescubrirse en un cuarto a oscuras con canciones de aquellas mujeres pasando desde esa intimidad dispuesta para el espectador en la sala PAyS, hasta una pared llena de deseos, que Gallardo inscribió de su puño y letra, en una de las paredes que sirve de vestíbulo.

Un caso concreto al que vuelve en la exposición y posa con instrucciones para pintar paredes con barro al tacto es el caso de Mariani Baumann, una mexicana que con más de 80 años retoma el contacto con las bellas artes a pesar de su creciente ceguera. y le enseña a pintar paisajes con los ojos cerrados, a sentir, a vibrar con esas imágenes que se despliegan cuando se detienen desde fuera: “¿qué es no ver, qué vemos cuando no vemos?” pregunta Gallardo.

“Primero hay una relación afectiva, establecemos un vínculo íntimo y juntos decidimos qué acción tomar”, explica su enfoque, resignándose a la vejez y de alguna manera transmitiéndola.

“Primero hay una relación afectiva, establecemos un vínculo íntimo y juntos decidimos qué tipo de acción vamos a hacer”.Ana Gallardo

La vejez es un tiempo de oportunidad, resistencia y transformación. Tal vez venganza. La restauración del “deseo perdido en la juventud y los descubrimientos de la vejez” porque “el deseo cruza. El poder del deseo y el poder de la venganza” mantiene al artista en diálogo con Télam.

Gallardo (Rosario, 1958) revela el “humus” de compost y desechos que la sociedad tira, se alimenta y comparte, dejándolo claro en su experiencia con esos “viejos” que se han convertido en maestros del saber. abolidos por una sociedad que desecha sus cuerpos, su gente: el artista imprime una nueva vida y deseo; realiza una obra sensible, íntima, fugaz y, sin mucha ostentación, casi “austera”.

El punto de partida son sus conversaciones con su tía, que configura en “Rosita, la tía de Ana Gallardo” como el primer paso en 2004. En el mismo año, comienza a pensar en cambiar su propio cuerpo y el comienzo de la vejez. . “Era un cuerpo diferente y el sistema social, económico, el capitalismo salvaje en el que vivimos, las mujeres nos echan en cuanto entramos en la menopausia”, argumenta. Y estas consideraciones se complementan con el “Un lugar para vivir cuando seamos viejos” de 2008, que la llevó a desarrollar este proyecto escolar.


Algo claro en Gallard es su capacidad de actuar, escuchar y acompañar, lo que se resume en un camino impulsado por su propio cambio físico hacia la llamada “tercera edad”, la última parte de la vida, o como ella misma dice eso. que: “La escuela del envejecimiento es básicamente mi propia vejez, pasa por todo el proceso de envejecimiento”.

En tanto, un nuevo capítulo de esta escuela de vida se expande en “Existir la vejez” articulada por “La vejez” de Simone de Beauvoir, que se presenta este viernes en el Teatro Colón como parte de la Bienal de Performance.

-Tele: Comenzaste este proyecto cuando aún eras muy joven. ¿Hay equilibrio y cierre después de más de una década de transitarlo, o es algo que todavía se está expandiendo? ¿Qué significa estudiar la vejez hoy?
Ana Gallardo:
Es muy conmovedor para mí entender que viví mi transición de una edad a otra con este proyecto de arte. Todavía una cinta de correr bajo mis pies que siempre me acompañará. El miedo es permanente, nunca desaparecerá. Sigo trabajando, no es que todo esté pasando, simplemente está pasando que lo ves, estás hablando de eso. La vejez siempre significa lo mismo, es parte de la vida, como la muerte.

-T: ¿La “escuela de envejecimiento” tiene algo que ver con tu carrera anterior?
-AG: Siempre he trabajado en temas de género, violencia contra nosotras, las mujeres y algunos cuerpos disidentes. Este punto es el que une todo mi hilo.

-T: En línea con lo anterior, señalaste que la violencia es un tema que abordaste como artista y que está siendo abordado nuevamente en este proyecto ¿Por qué el envejecimiento es violento? ¿Cómo se modifica desde el arte?
-AG: El envejecimiento en sí mismo es violento porque el cuerpo se transforma sin saber dónde, sin querer. Con la mente clara, muy clara, el cuerpo no acompaña. Por ejemplo, empezamos diciendo que no podemos decidir sobre nuestra maternidad. Un hombre de 60 años puede ser padre, nosotros no. Ese punto significa mucha violencia. La incapacidad para tomar decisiones es fuerte. No significa que alguien quiera ser madre, es solo una diferencia violenta.

En mi caso, mi práctica me ha permitido sanar, reflexionar sobre la política del problema y constatar que mis amigos, muchos de ellos, han cambiado sus emociones al menos un poco. No nos sentimos solos.

-T: Hablas también de la lucha afectiva que tienen las madres de Plaza de Mayo. ¿Cómo puedes resolver el dolor y convertirlo en “amor”?
-AG: Se está trabajando el dolor, ¿cómo? Creo que en el equipo y la lucha, en la transición de la lucha, cambia.

-T: ¿Crees que este proyecto puede recuperar el lugar de la persona “vieja” como depositaria del conocimiento y reintegrar su valor a la sociedad actual?
-AG: Creo que todo el mundo tiene que recuperar este conocimiento, porque la forma de enseñar es dura, rígida y aún violenta. En el mundo del arte te enseñan a “pintar bien” oa “cantar bien”, te dejan ir porque “no sabes bailar”, ¿qué significa eso?

Entiendo que este formato excluye a otros. La “escuela de la vejez” sugiere pensar en estas cosas, quién tiene el poder de decir lo que puede o no puede.

Muchas mujeres mayores estaban frustradas porque no podían hacer lo que querían cuando eran jóvenes. Lo hacen cuando son viejos, solo un gesto de que ahora lo están haciendo como quieren. Poder ejercer este derecho y desarrollarlo es un acto político, un acto de resistencia. Todas las personas deberían aprender de este gesto, debería estudiarse en las escuelas.

-T: Hay una vida plena en la vejez, ¿puedes desearla, disfrutarla? ¿Hay posibilidad de curación?
-AG: Sí, obviamente hay una vida plena, con ganas y disfrute! Es que no se ve ni se malinterpreta, porque nos ha dado en la cabeza que estas emociones sólo son posibles en un determinado tipo de cuerpo, en un cuerpo productivo.

-T: ¿Qué es el arte para ti?
-AG: El arte es un instrumento de transformación, de política y de amor.

-T: ¿Cómo dialoga la “Escuela de envejecer” con el “Existir la vejez” presentado en el Teatro Colón como parte de la bienal de espectáculos?
-AG: Es una obra originalmente pensada por Juliet Azcar; Propone un diálogo con el libro “La vejez” de Simone de Beauvoir y “Escuela de la vejez” y Mariana Oberstein se sumará de inmediato.

El libro de Simona es muy actual hoy en día. Su voz es mi voz, nuestra voz, la voz de todos. Los cuerpos de Margarita Balli y Margarita Fernández son todo lo que sugieren estas dos piezas.

-T: ¿Qué te ahorras en tu formación en talleres de arte (Víctor Grippo, Miguel Dávila, Jorge Diciervo y Juan Doffo), qué te queda en tu práctica actual?
-AG: De ellos, el amor que les tengo. Hoy entiendo que mi verdadera formación fue con mis amigos y compañeros. Los salvo del riesgo permanente, luchando, acompañando, pensando en otras cosas, creando un espacio de resistencia. Todo fresco, audaz, sólido, nítido, profundo, contemporáneo.

Foto: Camila Godoy
Ana Gallardo: “¡En la vejez, por supuesto, hay una vida plena con ganas y disfrute!”

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